martes, 23 de octubre de 2012

00º33'45”N 00º45'33”W


para piano, percusión y tocadiscos

La obra se centra en temas universales: la repetición, la velocidad y la afinación. Desde hace muchos años he estado interesado en los medios de reproducción mecánicos, en el que los procesos son prácticamente observables, tangibles. El vinilo gira a diferentes velocidades, influenciando la afinación y generando sonidos residuales que escapan de alguna manera al control del compositor. En mi obra, las grabaciones, el sonido del piano se multiplica y se altera por la acción mecánica de los aparatos. explorando diferencias microscópicas, infinitesimales entre fuentes aparentemente idénticas: desfases temporales, desviaciones microtonales en la afinación, desigualdades imperceptibles en el timbre. Es precisamente la unicidad de cada tocadiscos lo que produce una proyección individual y prácticamente irrepetible de los materiales grabados. Este "filtrado" individualizado y una cierta asociación nostálgica al vintage tecnológico y a nuestra propia arqueología personal crea el universo poético concreto de la obra. Los vinilos funcionan como pequeñas máquinas del tiempo que nos retrotraen a un pasado cercano, adyacente. Esto, sin embargo,  se ve cuestionado por la actualidad de la música, por su propio vínculo y articulación en el presente.

Walter Benjamin escribe: " La verdadera imagen del pasado transcurre rápidamente. Al pasado sólo puede retenérsele en cuanto imagen que relampaguea, para nunca más ser vista, en el instante en que es reconocida.". Me gusta pensar que mi obra se enmarca y sugiere un principio semejante. Los objetos, los vinilos, se transforman en elementos necesarios de un continuo estético individual cuyo “destello histórico” se ve transformado y alienado por la propia inmediatez del discurso musical: Stradivarius de plástico en la era digital.


viernes, 15 de junio de 2012

Poniendo vallas al campo

Justamente, el otro día charlaba sobre este asunto con Cecilia, que vino de visita a Berlín.
Creo que el mundo del Musiktheater es un mundo apasionante, un hervidero de ideas nuevas, lenguajes variados, gente interesante, perspectivas comunes, tangenciales y a veces opuestas sobre los mismos temas.
Últimamente, mi mayor problema, dentro de este ámbito, es la falta de música... el relegar esta dimensión a un plano más casual, menos comprometido desde el mundo del sonido y de la forma en favor de lo visual, el gesto y el universo multimediático.
 Esto no es una crítica. Algunas de estas perspectivas me parecen realmente fascinantes y llenas de posibilidades y me parece que los territorios híbridos son precisamente los que definen la propia realidad del Musiktheater. Cada uno de nosotros ha aterrizado en este ámbito de diferentes maneras, desde orígenes variados y con posicionamientos diversos y todas las opciones poseen su propia legitimidad.
   Sin embargo, por una cuestión de preferencia personal, lo que más me interesa son los planteamientos que parten exclusivamente de la música, desde el discurso, desde el lenguaje musical y el universo del sonido.
   En mi música, los elementos externos son utilizados en base a una necesidad musical, son elementos que surgen como una consecuencia y corolario del pensamiento musical, no hay incorporaciones en un sentido opuesto (aunque esto tampoco es una garantía de que todas las obras me salgan bien, mais non!).

   Generalmente, la mayoría de las obras de musiktheater que escucho estos días presentan elementos interesantes en un nivel aparente: materiales sugestivos que revelan una gran sensibilidad, imaginación, ironía, sentido del humor... El llegar a diseñar unos materiales nuevos, a una idea puntual pero genial me parece un proceso admirable. Sin embargo, la articulación y el planteamiento de estos materiales desde una perspectiva formal, desde un lenguaje definido se me antoja algo mucho más complejo y también indispensable. Algo que transforme lo anecdótico en un componente necesario y orgánico de una estética personal, repensar las cosas desde un sustrato musical más sólido.

  Creo que a veces pecamos (y me incluyo) de incidentalidad, de un uso circunstancial de componentes accesorios de manera episódica y no completamente orgánica. Esta es la tentación de explorar un mundo con tantas posibilidades en el que, en ocasiones, es difícil acotar un territorio de acción concreto.
  Tengo la sospecha de que la superposición es la respuesta más fácil y tentadora, pero también la menos satisfactoria, una especie de atajo hacia la practicidad pero obviando lo importante en el camino.


Más o menos

Tengo la impresión de que generalmente, el mundo de la interpretación de la música contemporánea tiende hacia la política del más o menos: acercarse a un lenguaje sin sumergirse en él, flotar sobre la superficie de las cosas, llegar al 40%, 50%, conformarse con el cascarón, música de usar y tirar.
Cuando interpretamos a Mozart, cualquier interferencia nos acerca a un vértigo desagradable, la música se quiebra, a veces irremediablemente. Es por ello por lo que los músicos invierten horas y horas en estudiar los mismos pasajes, en una especie de ritual controlado para acercarse a un modelo o ideal interpretativo. Con la mayoría de las obras contemporáneas (incluyendo algunas de las mías) este problema es constante (aunque por supuesto la calidad de la música no sea ni mucho menos comparable a la de Mozart).
El problema está generalmente definido por la estructura y la economía de los conciertos y los festivales: falta de tiempo, dinero, voluntad, una tendencia hacia el entretenimiento fácil y reconocible, miedo hacia lo desconocido y aceptación de lenguajes plenamente académicos, gusto por lo ya masticado, admitido , esperado.
Entender un nuevo lenguaje y tocar las notas son dos partes complementarias (pero a veces casi antagónicas) del proceso de la interpretación. La primera parte es mucho más complicada que la segunda: requiere tiempo, voluntad de sumergirse en un lenguaje ajeno, a veces plenamente privado, difícilmente accesible. La parte técnica es importante, aunque yo sigo prefiriendo una versión llena de errores pero con una comprensión del contenido de la obra, con la energía adecuada (a veces los dedos y el cerebro no se alcanzan, se sobrepasan )
Hoy en día, tener más de 5 ensayos para una obra es generalmente un lujo que aparentemente choca con la realidad y la estructura económica/laboral/vital de la mayoría de los músicos. Las obras salen a medias, pero también muchas obras se escriben a medias. Quizás vivamos en una época en la que deberíamos acostumbrarnos al armazón de las cosas más que al contenido real, a escuchar un simulacro de lo que se pretende decir, a las ideas sueltas pero sin materializar, a la inmediatez y al pragmatismo.
A mí, sin embargo, me cuesta aceptarlo.

martes, 10 de abril de 2012

El lugar callado

Música detrás, enfocada hacia el lugar opuesto al esperado, casi inaccesible.

En ocasiones se abre una ventana al interior: un espejo virtual refleja la performance trasladándola al exterior. Una cámara oculta capta el movimiento y el gesto de los intérpretes; estos son proyectados sobre diferentes pantallas en el espacio escénico, creando una geografía compleja de correspondencias entre el delante y el detrás.

Los "espejos" son flexibles, constituidos por diferentes materiales y texturas; artefactos integrados en el discurso musical en los que el sonido y la imagen se entremezclan de forma indisoluble, alquímica.

Una superficie se pliega, la imagen reflejada se pliega, la música se pliega, (la audiencia se pliega?).

El espacio musical como extensión compleja, segmentada, dividida, fraccionada, sugerida, virtual o real.

Ecos de Machaut: filtrados, reflejados, evocados, deformados, magnificados, miniaturizados, sosteniendo la estructura, como ornamento, como ornamento del ornamento, como incógnita o evidencia .

Leonardo atrapado en el agua, en la flauta, en el altavoz, en la pantalla, en el aire, en los espejos.

Hitchcock detrás de todo, culpable, atisbando a través de una ventana.


(Bart de Vrees (izda), Marieke Franssen (dcha))

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Machaut in my life

Como un poseso, estoy escuchando y estudiando las baladas de Machaut y desplazándome en la máquina del tiempo musical hasta el siglo XIV (¿lograré esquivar la peste negra?).
 Es curioso como los procedimientos e incluso el mundo estético de hace tantos siglos se acercan casi peligrosamente a lo que uno intenta hacer como compositor. Pensar la música desde el flujo de la melodía articulada en el tiempo, las líneas superpuestas (o no), la melodía como algo que fluye, sin centro de gravedad, sin una direccionalidad clara, resbaladiza, constante... pero moldeada por un pensamiento estructural subyacente: talea y color, ópticas cambiantes sobre lo mismo.
Me interesa especialmente esta sensación de flujo como una vía de escape contínua, algo que perceptivamente parece no tener comienzo ni fin pero que está apuntalada por patrones rítmicos ocultos.

Creo que la memoria y los ecos del pasado le asaltan a uno de forma desprevenida, desordenada, como los brotes de un tubérculo mental (horrible metáfora, patatas e isorritmia, perdón D., perdón M.)...
Yo a lo mío:
http://www.youtube.com/watch?v=ZzzcWvAPamo

martes, 25 de octubre de 2011

music on the threshold: Muziek als...




Is it here or there? where is the music? where is it not? is it humorous? is it related to something? is it a lamp or an instrument? is it more than a concert? is that actual playing? is that acting? is that a sound? is that a gesture? is that an echo? where does it start? where does it end? seeing and hearing together? not together? tangentially? is it a lion? is it a lion's roar? is it evocative? is it abstract? is it a time machine? is it a cassette player? is it just a repetition? is it something that will continue in your mind? is it just a page turn or a turn within the piece? is it hidden? is it a mirror? is it reflected music? is it a symbol? is it a blackboard or a magical synesthetic map where sound and image inevitably coexist? is drawing musical? is it a piano étude or a pianist trying to find her way in the world? is it a glass of water or a filter? is it just an encapsulated song or a space for alchemy within a loudspeaker? is it a decontextualized object? is it a real one? is it sounding in your head as a recollection? is it new? is it ironic? is it fragile? is it about you/he/me/us/you/they?

Most average contemporary concerts do not raise such questions because they display such ritualistic structures that empty the actual content of the pieces of most of their intentionality. All expectations are fulfilled. Nothing to declare.
The music generally follows that pattern as well... references to a certain academic background, a safe model, a justifiable array of choices that generates conforting certainties, answers instead of questions,'happy endings'.

Luckily, there is still some scope for difference. The three concerts proposed by Stichting Plan B in the Netherlands (http://muziekalsbehindthescene.blogspot.com/) function as a laboratory for question marks... For me that is one of the most beautiful aspects of this project. The very definition of a 'concert' is put under question, reformulated all the time. The formats are variable, transportable, constituted by daily life objects and low-tech devices, no expensive, massive productions but intimate, fragile and musically-complex universes. These are able to sustain quite unique and solid pieces through deep musical thought instead of technological façades. The concerts work as a laboratory in which the objects are turned into unpredictable artifacts, sometimes they relate to the actual world, creating a certain nostalgia, sometimes they lose completely that function and adopt a fresh significance. Gesture, lights, casette players... they all become ingredients of the musical discourse which is sometimes extended, reflected and frozen in space by different installations.The concerts don't work as a casual overlap of pieces but stay within a particular aesthetic universe. I like to think that the music in this project  inhabits the threshold of things: it lives in the ambiguous realm between the world of reality and its reproductions, between memory and the still unknown, between space and music, between daily life objects and traditional instruments, between acting and playing, between visibility and invisibility, between the dreamed and the experienced.